Queridos compañeros socios y empleados,
No me he sentido de Bilbao hasta que he sido socio de la Bilbaina.
Llegue al País Vasco por amor hace ya algunos años pero no soy nacido aquí.
Me siento vasco adoptivo y llevo esta tierra añadida a mis ojos que también nacieron en el norte atlántico, aunque de otros verdes, otras montañas y otras sidras.
El amor se terminó, pero yo decidí quedarme aquí porque la sociedad vasca es noble y bellísima.
La de Bilbao en concreto, creo que integra lo mejor de los valores vascos, sin menoscabo ni ofensa para nadie, pues en todos los lugares esta sociedad es fuerte y unida. Pero Bilbao reúne la proyección vasca hacia el exterior, emigración, con el enriquecimiento interior, inmigración, y la incorporación de lo bueno que ha venido a esta tierra, con su toque británico, la añade al origen vasco enraizado en las calles del Casco Viejo y su sentido liberal histórico.
Yo veía todo esto, pero no era capaz de ponerle nombre o cuerpo hasta que decidí, sin conocer mucho las entrañas de la institución, hacerme socio de la Bilbaina.
Toqué los valores de la ciudad en presente desde el pasado, como el que penetra en el interior de la tierra y encuentra la piedra filosofal alquímica bilbaína.
Me sentí en casa desde entonces, por fin, porque este club ofrece esa comunión.
Me sentí tierra y ojos de aquí, y se convirtió en el eje de mi vida en esta ciudad y por lo tanto, junto con la parte de mi corazón menorquín, en mi biografía.
Quizá los que hayáis vivido esto desde dentro no lo comprendáis, puede ser para vosotros tan natural como poner un plástico a un paraguas junto con un gorro de lluvia tipo británico, de marca escocesa, pero mi punto de vista es el de quien ha nacido fuera y ha visto muchas cosas, y os aseguro que se percibe claro y evidente.
Bilbao, la Bilbaina, País vasco, Euskadi, libertad.
Pero no solo es aquí sino en Madrid, Barcelona, Alicante, Puerto Banús, Las Palmas de Gran Canaria, Londres, Vigo, y los clubs de correspondencia que desde entonces he utilizado en mis viajes de trabajo, en esas ciudades, y en los que he sentido casi siempre una sensación muy especial: la del mítico mapamundi de Bilbao que todos conocemos, aunque trastocando ligeramente el nombre de Bilbao por el de La Bilbaina.
Recuerdo hace pocas fechas al coro cantando el Agur Jaunak con ocasión del cumpleaños del club, y al lehendakari en su discurso. Miré a todas las personas que estábamos allí, cada una con su historia, con sus convicciones personales, sin embargo la letra sonaba para todos como algo presente. Éramos una reivindicación, y un ejemplo de convivencia, sin pensarlo, interiorizado, normal, hoy, de toda una sociedad.
Todos los que somos militantes de un partido político, y socios de la entidad además, creo que tenemos de común, bien por nacimiento bien por adopción, la genética del respeto a las convicciones personales de cada uno dentro de la Bilbaina.
Esto se hace cuerpo en esta institución; quizá no se vea, quizá los que sois socios desde siempre no lo veáis, pero los que sois socios de nueva planta como yo estoy seguro que lo veis, es como el txirimiri de valores liberales y democráticos, de respeto y convivencia.
Esto es lo que quiero compartir con vosotros, con estos ojos de otras tierras que ya son esta, y la esperanza de que pronto volvamos a abrazarnos en la Bilbaina.
Adolfo Alonso Carvajal
SOCIO, ABOGADO DE FAMILIA Y DOCTOR EN DERECHO