Carta del Socio de Honor, Ex-Presidente y Consejero del Diario El Correo y Presidente de Honor de Vocento D. SANTIAGO YBARRA CHURRUCA.

Queridos amigos y socios de la Sociedad Bilbaina:

Recibí con ilusión en mi teléfono móvil la llamada de Antón Pérez-Iriondo, Presidente de la Sociedad Bilbaina. Me pidió que redactara unas líneas para reflejar mis pensamientos en estas semanas de obligado confinamiento por el coronavirus.

Paso a escribir por ello, unas líneas relacionadas con la Sociedad Bilbaina y unas reflexiones que hago en ésta situación tan excepcional del aislamiento por el oficial Estado de Alarma.

Los comienzos de este año 2020 han sido imprevisibles, con la llegada de noticias desde el Lejano Oriente, de la aparición de un virus invisible, de origen desconocido, y tremendamente contagioso. En China afectaba mortalmente a miles de personas, y a los enfermos contagiados de diferentes maneras, con síntomas y asintomáticamente, cosa ésta última que desconcertaba a los médicos y que creó una gran alarma en la OMS.

Saltaba de país a país en Asia, hasta que llegó al Norte de Italia, de una manera terrible hasta el total aislamiento del país, decretado por las autoridades italianas.

Nunca nos imaginamos que llegaría a afectar a España con tanta inmediatez e intensidad, haciendo que tuviéramos que cambiar nuestras actividades y encerrarnos en nuestras casas.

El aislamiento llegó a ser total. Comenzamos a utilizar de manera habitual los modernos medios electrónicos que tanto nos han rodeado poco a poco a los mayores como yo, en los últimos años.

Mi secretaria particular ahora tele trabaja desde su domicilio. También gracias a mi mujer, encerrada conmigo en casa, nuestros víveres más elementales son traídos a domicilio y se hacen las compras por Internet.

La vida nos ha cambiado de manera radical. Hasta la prensa escrita de la que soy tan cercano, he tenido que leerla a diario en el iPad y, de momento, he abandonado mi costumbre de leer los diarios impresos en papel, que tanto añoro.

Recluido en nuestro piso de Madrid recuerdo mi vieja casa familiar en Las Arenas. En estos meses de primavera, hubiese podido disfrutar de su terraza, entre macetas de gardenias y enredadera de bougainvillea. Asimismo me hubiese llegado el perfume de las flores de los magnolios, que plantaron hace años mis abuelos Churruca en su jardín.

A principios de marzo tenía reuniones empresariales en Madrid, y por ello mi reclusión junto a Mercedes nos tocó aquí, sin tiempo suficiente de volver a Las Arenas, a la casa  donde he vivido desde niño. Allí viví junto a mis abuelos Churruca y su única hija, mi madre. Luego al faltar mis abuelos viví solo con mi madre y ahora con mi mujer Mercedes.

También recuerdo el piso de Gran Vía 40, en Bilbao, donde pasaba los inviernos desde los años cuarenta con mi abuelo paterno Emilio Ybarra y de la Revilla.

Desde allí me desplazaba a pie al colegio de los Jesuitas de Indauchu, y más tarde en los años cincuenta, también andando, a la Escuela Superior de Ingenieros Industriales, entonces ubicada en La Casilla.

En los años sesenta acostumbraba a ir por las tardes de manera habitual a la Sociedad Bilbaina, para, en cómodos sillones de cuero, consultar libros variados y ampliar mis conocimientos aprovechando su espléndida y bien dotada Biblioteca, que todos conocéis. También me encantaba el poder leer allí la prensa nacional e internacional, que se ofrecía para disfrute de los socios.

Sin duda la prensa me interesó desde muy joven, vivamente influenciado por mi especial cercanía a los dos abuelos al haber perdido a mi padre con solo dos años de edad, y por el interés de ellos por la prensa.

Alguna vez aprovechaba para jugar al billar, e incluso participé en algún campeonato de la Sociedad Bilbaina.

Posteriormente siendo ya ingeniero y Director de una empresa química, el desplazamiento a veces desde sus oficinas y fábrica a mi domicilio en Las Arenas era complicado por el intenso tráfico. No existían entonces ni el Puente de Rontegi ni las autovías construidas posteriormente. Era para mí muy práctico y agradable almorzar en el espléndido comedor de la Bilbaina, disfrutando de las preciosas vistas de la ría, del Arenal, de la Iglesia de San Nicolás, del puente de Isabel II, y del Teatro Arriaga. Acudía a veces acompañado por relaciones de empresa a alguna mesa aparte, y otras muchas veces aprovechaba para ir yo solo a la llamada “mesa de goma”, donde disfrutaba de un nivel muy interesante de las conversaciones de los socios que allí se juntaban espontáneamente. Siempre con la excelente y cuidada gastronomía y la atención amable y profesional de los camareros. Éstas han seguido siendo durante todos estos años y hasta hoy, de una calidad extraordinaria. ¡Cómo recuerdo esos tiempos!

En casa siempre escuché a mis abuelos hablar de la Sociedad Bilbaina con gran afecto, de cuando mi abuelo Alfonso Churruca la presidió, y de las épocas  cuando los hermanos de mi abuelo Emilio Ybarra de la Revilla, Fernando y Gregorio, también la presidieron. Igualmente oí hablar mucho de la época anterior de cuando mi antepasado Santiago Ingunza, a quien debo mi nombre de pila, fue de los primeros presidentes hacia 1850.

Todavía hoy cuando recibo en Bilbao a amistades nacionales y extranjeras, les llevo a conocer a la Bilbaina, con orgullo, como algo muy mío y recorro con ellos todo el recinto. Inclusive paso a enseñarles allí, en uno de los salones, el precioso retrato que el pintor Juan Aranoa hizo de mi abuelo Alfonso Churruca.

Han pasado 180 años y sigue siendo la Bilbaina el gran lugar de la Villa de Bilbao para reuniones, conferencias, conciertos, tertulias y demás eventos. Es también un lugar muy especial para disfrutar de una tradicional gastronomía bilbaína.

Gracias a la ingente labor de sus sucesivos presidentes y juntas directivas, se ha mantenido a una gran institución, sabiendo actualizarla pero conservando intacto el espíritu de los fundadores.
Aislado del mundo por la pandemia, me he permitido plasmar unos recuerdos y esbozar unos sentimientos que me surgen en estos momentos de incertidumbre y de gran preocupación.

Son incalculables los efectos sociales y económicos que han surgido de manera trágica y globalmente, y de los que nosotros no seremos una excepción.

Hay muchos amigos y conocidos de trato directo que el virus lamentablemente  ha borrado de éste mundo. Ha habido situaciones muy tristes, pero por otro lado es muy emocionante comprobar el surgir de tantas actitudes positivas que han aflorado  con la solidaridad humana.

Deseando poder pronto volver a disfrutar de la Sociedad Bilbaina, reciban un abrazo.

Santiago Ybarra Churruca

SOCIO DE HONOR Y SOCIO DESDE EL 3 DE MAYO DE 1962.

EX-PRESIDENTE Y CONSEJERO DEL DIARIO EL CORREO
PRESIDENTE DE HONOR DE VOCENTO

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