Queridos socios y asociados:
EL CISNE NEGRO
El pasado 19 de febrero, tuve el placer (el honor) de pronunciar una conferencia en nuestra Bilbaina, dentro del ciclo de “Mesas de Goma” que ha impulsado nuestro Presidente, Antón Pérez-Iriondo, y su Junta Directiva. El título era expresivo, “El País vasco ante el desafío del futuro”, y la conclusión de la misma no podía ser más clara y rotunda: necesitamos un “big bang” transformador para afrontarlo con garantías. Al terminar aquel acto tan grato, una de las asistentes me preguntó qué quería decir con eso que me había oído, que el escenario que había anticipado “estaba condicionado a que no apareciera un cisne negro”.
Le expliqué que eso del “cisne negro” es una metáfora que se emplea desde hace unos años para identificar un suceso absolutamente imprevisto, que origina un gran impacto socioeconómico y que, una vez pasado el hecho, se racionaliza, haciendo que parezca predecible o explicable. Me puse en plan sabihondo y le añadí que la expresión proviene del poeta Juvenal, cuando hizo referencia, al final de siglo I, a una “rara avis in terris, nigroque simillima cygno” ("un ave rara en la tierra, parecida a un cisne negro"). Esa referencia se mantuvo así, para referirse a algo imposible… hasta que una expedición holandesa, en 1697, descubrió cisnes negros, en Australia. Lo que parecía imposible, se había hecho realidad.
Aquella pregunta no pudo ser más oportuna, porque resulta increíble que, poco después de aquella perorata con la que castigué a mi paciente amiga, iba a anidar entre nosotros un cisne, no sólo negro, sino negrísimo. No puedo menos que calificar así el hecho de que un agente invisible que no es ni siquiera un organismo vivo, porque no tiene células, haya puesto contra las cuerdas, al borde del KO, al mundo entero y ello en solo tres meses.
No estoy exagerando, porque, además de los miles de personas que han ya pagado el precio de su vida, los millones de contagiados y los 1.500 millones de personas confinadas, el FMI ha estimado, a principios de abril, que nada menos que 170 países van a entrar en recesión y necesitar ayudas, que en estos momentos ascienden ya a 8 billones de dólares, para paliar las tremendas consecuencias económicas, financieras y sociales (y, en algunos casos, políticas) que ha originado algo que ni siquiera se puede ver con un microscopio convencional. Estamos, por tanto, al borde de batir el desgraciado récord establecido en la pavorosa crisis de 1929, por cierto, solo diez años después de que la llamada “gripe española” dejara un reguero de más de 50 millones de muertes en nuestro planeta.
Pero junto a lo muchísimo negativo, a lo que habría que añadir las conductas incívicas, insolidarias e intolerantes que hemos visto (y no quiero meterme en el terreno político para no alargar este escrito mucho) hay que reconocer que también se han producido hechos positivos: ¿Has tenido unas manos tan limpias, en toda tu vida? ¿Habías practicado tanto la virtud del aplauso, para reconocer el sacrificio de otras personas, muchas de ellas proletarizadas y cuyo trabajo no valorabas? ¿Conocías a los vecinos de la casa de enfrente? ¿No te parece positivo que los delitos se hayan reducido en más de un 90%? ¿O que los accidentes hayan caído a plomo? ¿Y qué me dices de la palpable mejora en la calidad del aire que respiramos? ¿No has disfrutado más de la compañía de los que conviven contigo, de la lectura, del cine? ¿A que le has sacado gusto a asomarte al balcón, o por la ventana, para que te dé el sol o sentir el aire? Por no hablar de las muchas reuniones y viajes que han desaparecido, cuando millones de personas se han dado cuenta de que se puede trabajar, más y mejor, en casa. Y, además, has aprendido, algo impensable: ¡se puede vivir sin fútbol!
Por lo tanto, viendo la vida por el lado más amable, cuando vuelvas a pisar la calle, a mediados del mes de las flores, vas a valorar mucho lo que es un paseo, las charlas con los amigos y, con seguridad, la biblioteca, los salones y la cocina de La Bilbaina.
Hoy, todos estamos muy preocupados por lo que va a llegar. Ayer mismo un amigo, que también había asistido a mi presentación en la “Mesa de Goma”, me llamó para preguntarme cómo pensaba que iba a ser el escenario que se abre, tras esta etapa en la que vamos a estar asustados y agobiados por el ya tristemente famoso Covid-19. Aunque no soy ni profeta ni adivino, me atreví a anticiparle diez situaciones, coyunturales y estructurales, que estoy convencido se van a producir, con los datos que ahora tenemos.
Primera, hasta el gobierno más tonto del mundo va a tener preparado un indispensable manual, con el título “Mil pasos a dar cuando se produzca una pandemia“. Y se crearán reservas estratégicas de productos sanitarios esenciales. Porque ha sido increíble ver que, salvo honrosas excepciones, ningún país del mundo estaba preparado para una situación así, ¡a pesar de que la habían visto, en vivo y en directo, en China!
Segundo, se van a consolidar cambios sociales muy significativos, todos ellos apoyados por las gigantescas oportunidades que abre ya el desarrollo tecnológico (comercio electrónico, educación a distancia, videoconferencias, teletrabajo etc.etc.). Además, me temo que, como ya nos ocurre cuando vamos a embarcar en un avión, nuestra privacidad se va a reducir mucho.
Tercero, la política presupuestaria de todas las instituciones públicas va a cambiar. Volvemos al 2008: se va a primar lo urgente (el gasto social) sobre lo necesario (inversiones públicas, AVE, aeropuerto, I+D etc.). Y eso, asumiendo que la recuperación se va a producir en forma de V, o al menos de U, y no en L.
Cuarto, el partido político que te haga promesas de bajadas de impuestos, te estará engañando. La recaudación se está ya derrumbando y va a ser necesario aumentar el gasto público astronómicamente. Eso se traducirá en más impuestos (Madrid va a ver cómo desaparece su “paraíso fiscal comparativo”), mucho más endeudamiento, que algún día habrá que pagar, y duras políticas de reducción de costos (por ejemplo, en sueldos de funcionarios y en empleos temporales).
Quinto, la banca tendrá una ocasión de oro para superar la crisis reputacional que todavía padece, haciendo realidad lo que han manifestado algunos banqueros, es decir que, a diferencia de lo que ocurrió de 2008 a 2015, “la banca es parte de la solución, no del problema”.
Sexto, como en todas las crisis, va haber ganadores y perdedores. Entre los países, España va a estar entre los que van a pagar un precio más alto, en forma de paro y de aumento de la desigualdad, porque su economía está muy apoyada en dos sectores que van a padecer muy especialmente las consecuencias de esta crisis, el turismo y la construcción. Se implantarán medidas que en Euskadi llevan vigentes varias décadas, sin que se haya hundido el mundo. Me estoy refiriendo a algo parecido a la renta de garantía de ingresos y a las fuertes dotaciones para la sanidad pública (adiós, por ejemplo, a las privatizaciones de la misma).
Séptimo, Euskadi creo que va a salir mejor parada que España. Como ocurrió en 2008, en lugar de padecer un cáncer, vamos a sufrir una úlcera sangrante, dolorosa y severa. Lo digo porque tenemos una administración más preparada y experimentada, una mejor situación financiera, gracias al Concierto, una mano de obra más cualificada y una mejor estructura económica, menos dependiente de los sectores que he citado.
Octavo, la Unión Europea, que padece las consecuencias de una falta de liderazgo clamorosa, tendrá que plantearse la misma pregunta que acosaba a Hamlet, siglos pasados: ¿ser o no ser?
Noveno, China le ha ganado la carrera del “Covid 19” a Estados Unidos, en todo, como ya lo venía haciendo en inteligencia artificial, redes 5G, coche eléctrico autónomo etc. Por lo tanto, es previsible que siga creciendo la tensión entre estos dos países, en su lucha por el liderazgo global, y que todo ello nos sitúe al borde de un grave conflicto.
Décimo, como defendí en aquella conferencia, necesitamos más aún, imperativamente, afrontar un exigente proyecto de transformación, ese “big bang” al que hacía referencia. El mundo ha cambiado y tras esta crisis va a cambiar aún más y a velocidad acelerada. ¡No podemos quedarnos atrás!
No sé si voy a acertar en nada de lo anterior, pero sí lo haré en algo mucho más seguro que todo ello: dentro de unas semanas, nos volveremos a ver en La Bilbaina, como viene ocurriendo desde hace 180 años. Porque si hay algo cierto es que, después de la tormenta, siempre sale el sol. Y lo hará también ahora. ¡Seguro!
Y nada más, amigos y amigas. Ánimo. Paciencia. Fortaleza. Y que no se os olvide: ¡cuidaros mucho!
Pedro Luis Uriarte Santamarina
SOCIO
ECONOMISTA, EXCONSEJERO DELEGADO Y EXVICEPRESIDENTE DEL CONSEJO DE ADMINISTRACIÓN DEL BANCO BILBAO VIZCAYA Y PRIMER PRESIDENTE DE INNOBASQUE (AGENCIA VASCA DE INNOVACIÓN)