Carta de D. Javier Viar

Queridos socios y asociados:

En estos día extraños y difíciles que atravesamos, que nos obligan a tener comportamientos inusuales y a vivir acontecimientos indeseados, incluso graves e irremediables, quiero yo también enviaros unas líneas de aliento y reflexión en la línea de las de nuestro Presidente y algunos otros miembros de la Sociedad que, desde diferentes perspectivas y experiencias, han querido hablarnos a todos con su voz más solidaria y cordial.

Como Vocal de Cultura y Biblioteca de la Sociedad Bilbaina, y puesto que esa reflexión la hacemos desde nuestro carácter de individuos pertenecientes a esta Sociedad que nos vincula y en muchos aspectos nos identifica, se hace imprescindible usarla como referencia de las preocupaciones que ahora nos ocupan y también de nuestra mirada hacia el futuro. Ya solo saber que existe, que está ahí a pesar de cualquier contratiempo; que la trama de relaciones que ha creado en casi dos siglos de existencia es una sombra continua y benéfica, que no es previsible ni deseable que se interrumpa; que la feracidad de su funcionamiento y de sus múltiples objetivos es un ejemplo de actividad civilizada, en el más amplio y mejor sentido, para sus miembros y para toda la sociedad de su entorno; ya solo con eso, en unos momentos como los actuales, en los que acechan los fantasmas de la disgregación y la soledad, queda más que justificada su existencia.

Pero desde otra sombra, la gran sombra protectora de la cultura, hay que recordar que no en vano sus intenciones fundadoras quisieron hacerla una sociedad de lectura y recreo, señalando así precisamente a la cultura, a través de uno de sus más importantes vehículos, como objeto muy principal de sus intereses. Sin un amor grande hacia ella nuestra Bilbaina –sus instalaciones, su decoración, sus actividades– no hubiera sido como es ni hubiera merecido el respeto y la admiración que despierta y el prestigio que la acompaña.

Es muy posible que algunas de las consecuencias más lamentables, y quizá más duraderas, de esta situación que padecemos se produzcan precisamente en relación con la cultura, que está viviendo un momento de enorme incertidumbre. Si esto fuera así, se produciría una terrible paradoja, pues no cabe duda de que ella –la cultura–, una vez más, está siendo uno de los apoyos más efectivos para sobrellevar la situación de encierro y en gran medida de ocio cautivo a la que estamos sometidos a través de una oferta multiplicada y accesible que se ha puesto a nuestra disposición por parte de todo tipo de agentes, desde orquestas y compañías teatrales hasta distribuidoras de creaciones audiovisuales, por no aludir de nuevo a ese amigo imprescindible y fabuloso, herramienta primordial de nuestra civilización, que es el libro, y del que nuestra Sociedad tanto sabe por haberlo convertido en uno de sus símbolos más profundos y más enraizados en su origen.

Hay que ser, pues, muy conscientes de nuestra razón de existir para serlo de nuestra responsabilidad como Sociedad y como socios a la hora de emprender la necesaria reconstrucción de nuestros comportamientos comunes. Siempre los grandes proyectos que confían en su desarrollo futuro se miran en el núcleo de su propia naturaleza para tener claro el rumbo y hacer firme su fe en la superación de las dificultades. Quisiera transmitiros, queridos amigos, la esperanzada convicción de que las actividades propias y múltiples de la cultura nos servirán para aprender a reconstruir los caminos que han quedado ahora en suspenso, lo mismo que nos están ayudando a sortear esta especie de laguna Estigia, sombría y letárgica, en la que la biología nos ha obligado a remar.

Un fuerte abrazo,

Javier Viar Olloqui

VOCAL DE CULTURA Y BIBLIOTECA

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