Queridos socios y asociados en confinamiento:
Cuesta encontrar buenas noticias en medio de una pandemia tan devastadora como la que estamos sufriendo a causa del coronavirus. Pero no sólo existen: es necesario contarlas y resaltarlas. Por un rato, toca dejar la ansiedad a un lado e intentar ver el vaso medio lleno y enumerar algunas cosas positivas que nos deja el coronavirus.
Desde una perspectiva general y externa el descenso, tanto de la contaminación atmosférica como de la acústica, no dejan de ser una bendición, un regalo quizás coyuntural. Abrir una ventana es lo más parecido a estar en el campo, situación que la mayoría no hemos vivido jamás en una gran ciudad. Al hacerlo advertimos sonidos que estaban ahí, sepultados por el ruido y que ahora protagonizan la banda sonora de la ciudad: los pájaros, los gatos, las hojas de los árboles o la risa lejana de un vecino. El silencio es oro. El aire puro también. La disminución de la delincuencia es obvia, también está en cuarentena.
Desde una perspectiva personal e interna, el apoyo mutuo entre vecinos, el reencuentro virtual con viejas amistades, la empatía, el repensar nuestro consumo, más cultura en abierto con oferta casi infinita, la lectura, cocinar más, aprender a cuidarnos…. sin salir de casa, querernos, cuidarnos son cosas positivas que conviene resaltar. Vivir los días de encierro como una oportunidad para redescubrir lo concreto de las pequeñas cosas, de los pequeños cuidados que hay que tener hacia nuestros allegados, la familia, los amigos, empleados... Comprender que en las pequeñas cosas está nuestro tesoro, aquellas pequeñas cosas que tienen un gran valor.
El confinamiento nos impone también una ralentización de la vida por lo menos a través de la meditación y del pensamiento. Cierto es que las cargas y preocupaciones mentales, laborales, profesionales, empresariales o académicas no se han reducido, sino que laten en todo su esplendor e inquietante vigor pero, a nivel más íntimo, la lentitud o ralentización emerge como un superpoder en un mundo hiperacelerado. Nos encontramos de bruces con la lentitud como método impuesto por el confinamiento aunque una pequeña dosis de filosofía Slow que predica Carl Honoré siempre será bienvenida y no nos vendría mal.
Escribía hace poco tiempo nuestro ilustre visitante Javier Gomá que la pandemia nos hace conscientes de nuestra debilidad y eso crea lazos. Los valores que hacen la vida digna de ser vivida nacen de la consciencia de nuestra vulnerabilidad: el amor, el arte, la ciencia, la ternura, el derecho, la solidaridad…. Por ello, aventuro que después de la pandemia ya nada será igual pero estoy seguro de que el mundo será mejor.
En el prólogo del libro del 175 Aniversario de la Sociedad Bilbaina conceptuaba a nuestra querida Sociedad como “esa burbuja donde el tiempo se detenía para nuestro relax”. Los efectos positivos que nos deja la pandemia creo que encuentran en la Sociedad Bilbaina un marco adecuado y perfecto para su cultivo. La tertulia, la lectura, el recreo, el confraternizar en el Bar Inglés o en el restaurante, el billar, las cartas, el gimnasio, las conferencias y demás actos culturales, el encuentro con los amigos, todas esas pequeñas cosas que hoy tanto echamos de menos y que antes nuestro apresurado ritmo de vida había soslayado van a volver a ser vividas y disfrutadas en nuestra Sociedad. Nunca encontraremos un marco mejor tan grato y placentero como nuestra querida Bilbaina. Por ello no quiero terminar sin reivindicar y subrayar la vigencia de nuestra Sociedad.
Un fuerte abrazo.
Germán Barbier Gaminde
EXPRESIDENTE