Carta de D. Fernando Luis Barrio Martín

Queridos socios y asociados:

LA CRISIS DEL COVID Y LAS CONDICIONES DE LAS VIVIENDAS

Está apareciendo ya en los medios un cierto debate sobre la influencia que la arquitectura –entendida básicamente como el espacio en el que transcurre nuestra vida cotidiana doméstica- tiene sobre el confinamiento. Es obvio decir que el asunto da para mucho porque es como plantearse los fundamentos de la arquitectura de la vivienda en el siglo XXI. Es probable, además, que sobre esa parte de la arquitectura no se haya investigado tanto como sobre la arquitectura de museos, de grandes obras públicas, estadios, auditorios, etc. Y resulta que en nuestras viviendas –junto a los centros de trabajo- pasamos mucho más tiempo que asistiendo a un partido de fútbol, a una obra de teatro o recorriendo una exposición. Las viviendas ocupan la mayor parte del tejido de nuestras ciudades.

Quizás desde la evolución tipológica que la revolución industrial trajo consigo en el sector residencial no se ha avanzado tipológicamente a un ritmo similar al que lo ha hecho la tecnología.

Por otro lado, la relación con la salud que la actual crisis tiene, hace recordar lo importante que fue para aquella el avance de las condiciones sanitarias de las ciudades –y de las viviendas- que supuso el alcantarillado y el agua corriente.

Hablar únicamente de vivienda, entendida esta como esa célula en la que nos encerramos –encierran- no tiene mucho sentido si no lo hacemos de urbanismo, pues la imbricación entre ambas es total. Las viviendas se agrupan formando edificios, estos forman manzanas – o bloques aislados o…- y aquellas barrios, ciudad y así sucesivamente. Las edificaciones aisladas (lo que entenderíamos por chalets o adosados…) también hacen ciudad, aunque muchas veces destruyendo los fundamentos cívicos (civilización viene de ciudad) que se implantaron ya en Grecia, e incluso antes.

Esos edificios componen la ciudad, pero también la componen las calles, las plazas, los parques… De ahí la importancia que el diseño de la ciudad –que debe de ser planificado- tiene también en la calidad de la vivienda (Es obvio que no es lo mismo asomarse a un parque o a una calle amplia que a un patio de manzana).

Otra obviedad, que nos la recuerdan a diario -al menos a los instagrameros severamente dependientes-  supuestos VIP’s, es la importancia de los metros cuadrados en la “calidad” del espacio doméstico en el que nos desenvolvemos: grandes salones, grandes cocinas… grandes jardines. Es evidente que el común de los mortales no entra en los estándares residenciales de algunos jugadores de fútbol.

Pero he entrecomillado “calidad”, porque, como en tantas otras cosas –y no se me sonrían ustedes- la cantidad no significa necesariamente calidad; dentro de unos mínimos ¡claro¡

¿Dónde puede compensar la calidad de un espacio la falta de espacio? He mencionado antes la falta de evolución conceptual de la vivienda paralela al desarrollo tecnológico vivido. Por ejemplo: uno de los elementos fundamentales en una vivienda es su fachada. O mejor, la relación que, a través de la fachada, de sus huecos, se establece entre el interior y el exterior. Y muchas fachadas actuales no se han enterado de que esa relación se puede enriquecer. En muchos casos los arquitectos seguimos proyectando como si no se hubiesen inventado las estructuras porticadas, los pilares que liberan la planta –y la fachada- como ya nos enseñaron hace un siglo Le Corbusier, Mies y otros maestros.  Los paramentos verticales que cierran nuestras casas se plantean aún como muros de carga, tecnología con la que ya no se construye. Tener claro esto significa poder dotar a las fachadas de una libertad en sentido vertical y horizontal de la que adolecen muchísimas viviendas. Replantearse el sistema de huecos.

Terrazas. Es de lo primero de que se habla en estos días, del espacio para salir los niños a jugar, o los padres a cantar o aplaudir (merecidamente).  Pues depende de dónde se cante; no es lo mismo hacerlo en Santiago de Compostela que en Marbella. Ni en una fachada al norte o al oeste. Si enfrente tienes un parque o un vecino a pocos metros, un paseo peatonal o una calle contaminada por el tráfico. El que a veces no sea recomendable diseñar terrazas no quiere decir que no haya que pensar en espacios intermedios, de filtro, que enriquezcan –el  cómo dependerá de las circunstancias exteriores e interiores- esa relación. Aquí no puedo dejar de recordar la larga y magnífica tradición del mirador en las casas de los cascos históricos de muchas ciudades españolas, desde La Coruña a Burgos, pasando por Vitoria, que cumplía -y cumple- una importante misión climática y de espacio contemplativo y de relación.

Interiormente, es de cajón que una vivienda tiene que estar racionalmente distribuida, que quizás –vuelvo a los avances de la tecnología- sea factible superar la rigidez puerta-tabique para organizar el espacio interior, cada vez más escaso; que se piense en que el espacio tiene tres dimensiones y que tener una vivienda con techos altos ¡es un lujo!; que los arquitectos también sabemos decorar -y no solo calcular estructuras- y podemos ayudar.

Y, last but no least, que la luz es i-m-p-o-r-t-a-n-t-í-s-i-m-a. A veces entramos en un establecimiento público y no sabemos muy bien por qué estamos a gusto o a disgusto; es una sensación subconsciente. Pues bien, la respuesta está, en muchos casos, en la luz, en su acierto o desacierto. Y recomendar que cuando se compre una luminaria se piense no tanto en su forma, color, material, sino en el tipo de luz que de. Lo importante no es el objeto emisor sino la luz que emita. 

Para terminar, que ya me he alargado bastante, un tema más prosaico si se quiere, y un consejo: cuidado con las ventanas. Una gran parte de mi trabajo profesional está dedicado a elaborar informes periciales sobre daños en edificios, no solo grietas y tal, sino humedades que, en definitiva, afectan a la salud, que es de lo que habíamos venido a hablar. Hay que tener en cuenta que la instalación de esas ventanas superherméticas que se han puesto de moda y que, efectivamente,  suponen una mejora del aislamiento térmico y acústico, debe de llevar aparejado un control exquisito de la ventilación, factor esencial en las condiciones higiénicas de una vivienda.

No quiero cerrar estas notas sin hacer una referencia a nuestra “CASA”, a nuestra casa social, la Sociedad Bilbaina, un edificio que ni tipológica ni funcionalmente tiene nada que ver con las viviendas que habitamos. Sin embargo, hay algo en la Sociedad que nos remite a una comparación: la sensación de sentirse como en casa. Gracias a unos empleados que nos tratan con respeto pero como si fuésemos de su familia; a lo agradable de sus estancias, donde nos sobra el espacio que, a veces, nos falta en nuestro ámbito doméstico; o la tranquilidad de su Biblioteca. La posibilidad de cocinar como en casa. O de leer el periódico en una butaca tan cómoda como la de nuestro salón. Creo que, entre las muchas aportaciones culturales y sociales recibidas de la Sociedad Bilbaina, no es la menor que la vivamos como una prolongación de nuestra propia casa.

¡Mucho ánimo y larga vida a la Sociedad Bilbaina y a sus miembros!

Fernando Luis Barrio Martín

SOCIO Y ARQUITECTO

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