Querido amigo:
Te aseguro que, normalmente, cuando me pongo a escribir no siento el vértigo de la hoja en blanco. No es por valentía personal, más bien pienso que es por la simple fuerza de la costumbre. Pero hoy, cuando me he puesto delante del ordenador he sentido un cosquilleo especial. Sé a quien me dirijo, a vosotros queridos socios de la Bilbaina, pero no sé muy bien que contaros. Me gustaría pasar por encima de las cortesías habituales. Espero y deseo que estés bien. Te imagino sentado en una cómoda butaca, ¡por fin has encontrado la postura ideal y has conseguido que la luz te llegue de manera correcta! Estoy seguro de que estás muy informado y, en consecuencia, también muy preocupado por la deriva sanitaria de esta maldita pandemia. Ya nos encargamos los medios de comunicación de bombardearte a todas horas con las terribles cifras de contagios, de intubaciones en la UCI’s y de fallecidos.
Bueno, yo en eso poco te puedo ayudar y nada te puedo decir que no sepas ya. Así que desde que hablé con el Presidente de esta gran iniciativa que nos permite mantenernos a todos en contacto, decidí que tenía que hablar de economía. Pero ahora me doy cuenta de que tampoco tengo gran cosa que decirte. Máxime cuando no me gustaría trasladarte la zozobra que siento ante la crisis que viene. Siempre se ha dicho que esta crisis económica era original, pues su origen se encuentra fuera del ámbito de la economía. Por eso, la primera conclusión lógica era que su profundidad y su duración estaban en función del tiempo de duración de la pandemia que la causa. Nadie era capaz de disipar esa duda a primeros de marzo, lo cual puede ser razonable. Lo malo es que nadie sabe contestarla a finales de abril, tras más de 21.000 muertos, y eso es muy preocupante.
Las caídas de la demanda que implican la ralentización de la actividad en la mayoría de los sectores y el cese total en bastantes han convertido en inmanejable la dirección de muchas empresas. ¿Quién es capaz de gestionarlas cuando la demanda ha caído un 70 o un 80% y los costes se mantienen casi constantes? No te esfuerces, nadie puede hacerlo. La encuesta realizada entre sus miembros por la Federación Vizcaína de Empresas del Metal muestra que la actividad seguirá situada en el 50% durante el próximo mes de mayo. Lo cual nos lleva a dos meses de parón (la mitad de marzo, abril entero y la mitad de mayo). Si hiciésemos la misma pregunta en otros sectores como el comercio o la restauración los datos serían peores y en la alimentación, mejores. La liquidación del IVA nos dará una imagen más precisa de la profundidad general de la herida, pero rondará esos guarismos.
Las distintas esferas de la administración (Su número siempre me ha parecido excesivo, ahora me resulta exagerado), han arbitrado medidas de contención. En el ámbito de los trabajadores a través de los ERTE’s y en el de las empresas con una generosa dotación de créditos. ¿Serán suficientes para curar la enfermedad económica? Ni lo sueñes. Contendrán la hemorragia pero no cicatrizarán la herida. Ésta solo curará cuando volvamos a la actividad. No hay ninguna esperanza de que el sector público pueda sustituir durante muchos meses a la demanda desaparecida.
Pero eso no quiere decir que debamos quedarnos quietos. Del mismo modo que se debe programar minuciosamente el desconfinamiento de la sociedad, debemos planificar la reconstrucción económica. Y aquí mis temores suben varios grados y se acercan a la angustia. Las necesidades van a ser asíntotas al infinito, todas las demandas sociales van a estar justificadas y todas las ayudas sectoriales van a ser necesarias. ¿Quién establecerá las prioridades? Supongo que debería hacerlo el Gobierno, pero eso no calma mi ansiedad. Más bien la incrementa. Este gobierno ha demostrado que no sabe gestionar. No ya una pandemia de esta gravedad, que eso no lo sabe nadie. No sabe gestionar el acopio de medios, ni la planificación de las intervenciones, ni la coordinación de los organismo implicados.
¿Sabrá planificar la salida de la crisis económica? Lo dudo. Y mis dudas proceden no solo de la escasa capacidad técnica mostrada, sino principalmente de su exceso de ideología y de la orientación de la misma. Todo el mundo habla de un gran Pacto a suscribir entre todos los partidos. Sinceramente, creo que es una opción más deseable que posible. Nuestros líderes son demasiado livianos y en ellos prima más el cálculo interesado que el interés general.
Termino, he dejado las buenas noticias para el final. Por si no lo sabías te informo de que siempre he destacado por el escaso acierto de mis pronósticos y nunca he tenido más ganas de equivocarme que en estos días. Espero que se cumpla la tradición. ¿Saldremos de ésta? ¡Por supuesto! siempre salimos. Las dudas son cuándo y cómo. Solo esas. Si quieres, en cuanto pase esta pesadilla nos vemos un día en nuestra querida sociedad y lo repasamos todo. Prometo ir vestido de saco y con la cabeza cubierta de ceniza, para hacer visible mi arrepentimiento por asustarte hoy...
Un abrazo.
Ignacio Marco-Gardoqui Ibáñez
SOCIO, ECONOMISTA Y ARTICULISTA