Carta D. Francisco Espinosa López

Queridos/as socios/as y asociados/as:

Hace unos días recibí una llamada telefónica, muy amable, como siempre, de nuestro Presidente. Me invitaba a que os dirigiese unas líneas y contaros algo que estuviera relacionado con mi experiencia como miembro que fui de la Junta Directiva de la Sociedad Bilbaina durante un periodo de cuatro años (2005/2008) y también, de cómo lo estaba pasando, en la nueva experiencia que supone, para todos, el confinamiento obligado por el coronavirus. Aceptada la invitación, os cuento:

En primer lugar, mi experiencia. Ocupé el cargo de Tesorero en la Junta Directiva durante el periodo indicado. Me llevó un par de meses empezar a conocer por dentro lo que era nuestra Sociedad y también ir conociendo a las 12 personas que integrábamos la Junta, presidida durante los tres primeros años por Federico San Sebastián y, el último año, por German Barbier y a quienes acompañábamos cinco, con cargos concretos, entre ellos el Tesorero y seis Vocales. Cada uno, con sus responsabilidades dentro de cada una de las actividades que desarrollaba y desarrolla nuestra Sociedad: culturales (biblioteca, conferencias, conciertos, etc.), sociales (visitas, viajes, entregas de premios, galas, etc.), recreativas (ajedrez, billar, dominó, juego de cartas, etc.) y gastronómicas. Todo esto, y seguro que me dejo algo más, exige organización, buena gestión y trabajar. Quien asistía, una vez al mes, a la Junta y no le había dedicado varias horas durante ese periodo, se le notaba y quienes más lo sufrían eran el Presidente y el Gerente, Manu Suárez. Esto es realmente así. Las actividades indicadas exigen para que funcionen, esfuerzo y dedicación. Horas, muchas horas y medios financieros y aquí, al frente de la Tesorería estaba yo y ésta era mi responsabilidad concreta.

Existía en la Junta Directiva una preocupación general: lograr la estabilidad presupuestaria pero esto, con ser importante no era suficiente, porque la inexistencia de un superávit anual  adecuado condicionaba la posibilidad de atender las mejoras de las instalaciones de la Sociedad, no siendo suficiente con el importe anual de las amortizaciones técnicas de las mismas. Esto siempre da lugar a que haya que acudir al endeudamiento que, anualmente, poco a poco va creciendo, generándose un desequilibrio financiero. Conseguir este equilibrio era mi objetivo y a esta tarea me dediqué, con la colaboración de Manu, nuestro Gerente, durante los tres primeros años. Al no crecer los ingresos con la incorporación de nuevos socios, principal fuente de ingresos, exigía controlar, revisar y reducir los gastos, sin que esta reducción  afectara a las personas que prestaban sus servicios a nuestra Sociedad y que lo hacían y lo siguen haciendo con eficiencia y una amabilidad destacable. Austeridad, control y tiempo hasta conseguir el equilibrio deseado, reduciendo el endeudamiento de nuestra Sociedad de una forma muy considerable. Al final del año 2008 y cuando iba a cesar nuestra Junta Directiva surgió algo no deseado. El alquiler que era importante y que se recibía por el local que ocupaba el Casino, dejó de percibirse. Este hecho afectó de nuevo y negativamente al mencionado equilibrio que tenía que ser gestionado por la nueva Junta Directiva.

El número de socios no creció durante los años 2005/2008. El crecimiento no lo conseguimos y este objetivo considero que era difícil pero necesario y una forma especial de conseguirlo, antes y ahora, es ir  incorporando a personas jóvenes, porque esto resolvería otro problema añadido, que es el generacional.

Conocedores del  problema señalado, en el último año de nuestra permanencia en la Junta, se sometió a debate la posibilidad de incorporar a las mujeres a la Sociedad Bilbaina en calidad de socios. El objetivo era doble. Por un lado, se terminaba con una tradición discriminatoria que nos parecía injusta, y  a la vez, se conseguían nuevos socios. Acabar con lo primero no fue fácil y tuvimos que estudiarlo en profundidad, revisando la evolución histórica de cómo la mujer se había ido incorporando de forma progresiva, prácticamente a todos los estamentos de la sociedad civil e incluso militar. En esta tarea, que nos llevó muchas horas, tuve una colaboración muy valiosa, la de José Luis Rubio. Esta iniciativa quedó planteada y como era de esperar, no todas las opiniones de los miembros de la Junta eran partidarias de plantearla a la Asamblea General. Llevó mucho tiempo pero en esta fecha, la iniciativa señalada y la ejecución de todas las fases de adaptación están ya consolidadas y muy desarrolladas por la Junta Directiva actual que preside nuestro Presidente. Las nuevas socias y los asociados (esposas de los socios, viudas y maridos de las nuevas socias) van creciendo en número y la adaptación de unas y otros está ya normalizada.

Todos sabemos, pero es bueno recordarlo, que las afinidades comunes crean vínculos de amistad duraderos y estables y también sabemos y esto resulta sorprendente, que nuestra Sociedad Bilbaina ha tenido en su larga historia de más de 180 años, cumplidos recientemente, una capacidad integradora de personas diferentes, en formación, estilo, sensibilidad, edad y obviamente, en formas de pensar distintas. Mi pregunta es ¿cómo puede mantener nuestra Sociedad esa capacidad tan relevante? Podría escribirse un libro con muchas páginas justificando este atributo muy especial que posee y se prodiga poco. Como yo no tengo capacidad para escribirlo permitidme que simplifique: las ideas políticas y religiosas de hecho, y sin que exista un pacto escrito, al menos yo no lo conozco, se dejan fuera del recinto interior de nuestra Sociedad. Es fácil entender que ésta es una opinión personal que puede coincidir o no con otras.

Y para terminar y contestar a la segunda sugerencia de nuestro Presidente, debo confesaros que el confinamiento alteró un poco mi rutina de los dos o tres primeros días. Soy un jubilado activo y me adapté muy pronto a la nueva situación. Todo lo que estamos viviendo es muy novedoso y, por tanto, lo más aconsejable e importante es adaptarse a esta nueva situación, organizándote para disponer, ordenadamente, del tiempo diario haciendo cosas diferentes cada día, salvo las que son fijas como es la de  ver y oír por la TRECE de TVE a las 11 h. de la mañana la Misa y los cinco minutos siguientes escuchar también las palabras espontáneas y cercanas del Papa Francisco y  asimismo, la lectura de la prensa. Las tareas variables son muy confortables y consisten en  ordenar por fechas y en carpetas A-Z independientes, los recuerdos familiares, los profesionales, los viajes realizados por el interior de España y los realizados por distintos países en el extranjero. Esta tarea me produce una gran satisfacción porque al ordenar y recordar de nuevo todo lo anterior, lo vuelvo a vivir. Paso después a la lectura de libros que tengo apilados y que veo que estaban esperando mi encuentro, a la música variada y, por la noche, alguna tertulia que no sea tóxica y que, a veces, sustituyo por las buenas películas que ya había visto y no me importa volver a ver y  por otras que no conocía.

Y esto es todo. La calificación de la pandemia, la situación que se ha creado con efectos en el presente y también en el futuro es tan negativa que no deseo insistir añadiendo nuevos adjetivos que todos conocéis.

He echado de menos en los medios de comunicación que junto con las muchísimas personas de sectores esenciales que han prestado su ayuda física y profesional, con riesgo de sus propias vidas para asegurarnos a nosotros la nuestra, que no se haya hecho mención, entre todos ellos, a los sacerdotes que también han corrido el riesgo señalado con su presencia en hospitales, residencias, etcétera… prestando la ayuda espiritual que les ha sido requerida de forma importante. También ellos deben ser objeto, en mi opinión, de reconocimiento y gratitud.

Y para poner ya punto final, os prometo que el primer día que salga a la calle miraré al cielo y le agradeceré a Dios que haya actuado a través de los intermediarios señalados que nos han prestado su ayuda física, profesional y espiritual. La segunda cosa que haré será abrazar a un árbol.

Para todos, un abrazo virtual.

Francisco Espinosa López

SOCIO

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