Queridos socios y asociados:
VIVENCIAS DE LA BILBAINA
Aquí en casa, en Bilbao, confinado con Mariví, mi mujer. Llevamos ya tres semanas y me pide Antón, Presidente de la Sociedad Bilbaina, que en mi calidad de socio veterano escriba algo que dé ánimo y pueda interesar a la mayoría. Pues bien yo quiero evocar mis Vivencias de La Bilbaina; aunque no utilizo las palabras nostalgia ni recuerdo porque quiero ser más prepositivo, como se dice ahora.
En efecto, parte de mi vida como jubilado, después de haber trabajado muchos años en el mundo financiero de la banca, he tenido la suerte de contar con un hogar de lectura y recreo que ha sido lugar de aliento donde siempre he encontrado amigos, distracción y, sobre todo, enriquecimiento humano y de relación.
Mis vivencias me trasladan al Salón Senado, en el que un grupo de socios de edad avanzada nos reuníamos las tardes de lunes a viernes, durante muchos años y donde debatíamos cordialmente de todo lo imaginable. Desafortunadamente, la desaparición de esta vida de una parte importante de sus miembros hizo que ahora el Senado este hibernado, quizás esperando tiempos mejores.
Quiero evocar también la Mesa de Goma, las mesas de amigos y las conferencias; todo ello feliz hallazgo donde hemos escuchado a gente ilustre e importante y donde hemos aprendido tanto.
No olvido el Comedor y las partidas de mus.
Hoy, en este confinamiento forzoso, soy consciente de las tres grandes preocupaciones que a todos nos embargan. En primer lugar, pensamos en los que están sufriendo esta pandemia y sentimos el merecido aplauso ofrecido a quienes, desde diferentes ámbitos, están ayudando a sobrellevarla. En segundo lugar, nos preocupa la protección de nuestra salud y la de nuestros allegados. Y, por último, nos inquieta también la recuperación de la diezmada economía con la que vamos a enfrentarnos y, naturalmente, las finanzas particulares de cada familia. Soy consciente de ello y me gustaría elevar el ánimo y poder soñar con una recuperación quizás en “V” y seguro que en “U“ durante el próximo año.
Con emoción recuerdo ahora nuestro último viaje a Roma y la audiencia con el Papa Francisco. ¡Qué Él nos bendiga!
Y pensemos que después de la lluvia, siempre escampa.
Carlos Gorría Cortázar
SOCIO